En un manicomio celebraban uno de
los juicios más extraños de la historia judicial loquera. El abogado, un
interno, a su testigo, interna, en presencia del señor juez, otro
interno:
- Usted tuvo dos hijos... ¿Me equivoco, señora?
La testigo: ¡No! ¡Totalmente exacto, letrado!
El abogado: ¿Recuerda cuántos fueron varones?
La testigo: ¡Sí, perfectamente! ¡Ni uno sólo!
El abogado: ¿Y alguno de ellos fue hembra?
La testigo: ¿Usted sabe restar, letrado?
El juez: ¡Conteste a la pregunta!
La testigo: ¡Las dos lo fueron, señoría!
El juez: ¡Váyase, ya, tranquila, señora! Sus hijas no pueden ser la víctima!
La testigo: ¿Porqué lo cree así, señoría?
El juez: ¡¡Porque el muerto era varón!!
La testigo: ¿Y porqué no puede ser hijo mío?
El Juez: ¡Está usted loca y me vuelve loco a mí!
La testigo: Perdone, pero usted ya lo estaba, señoría...
El Juez: ¡Voy a tener que arrepentirme de mi decisión!... ¿Se marcha o la mando encerrar?
El juez, al ver que la testigo no se movía de su sitio, le hizo una señal al alguacil y éste acudió, advirtiendo:
- ¡Venga!... ¡Que se acabó el recreo!~~~ Y se los llevó a los TRES. El abogado les seguía, murmurando:
- ¡Pero si yo no he hecho nada!... ¡Nada!
Al oír esto, los demás replicaron a coro:
- ¡Sin agua, no sabemos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario