Una oropesina entró en una farmacia
del pueblo, cuya dependienta tenía una cierta sordera no reconocida por
ella, y pidió, en un tono de voz bastante alto:
- ¿Unos chicles de nicotina para no fumar, por favor?
- ¡No chille, que no estoy sorda!... ¡Y dígame la edad del bebé!
No hay comentarios:
Publicar un comentario