En
una avioneta, iban tres personas, el Papa, George Bush y el piloto,
cuando este último, de repente, avisó a los otros dos ocupantes, con
estas palabras:
- Se ha averiado el motor. Nos vamos a estrellar y sólo tenemos dos paracaídas, así que cojan ustedes uno cada uno, que yo veré lo que puedo hacer. Están ahí atrás, cerca de mi mochila particular.
George Bush se apresuró a coger el primero y se lanzó, sin, antes, decir:
- Tengo que dejarles... ¡Lo siento! (I'm sorry!) Pero soy el Presidente de los Estados Unidos y tengo prioridad absoluta. ¡ADIÓS! (Good Bye!)
El Papa, más calmado, reflexionó y le sugirió al piloto:
- ¡Caballero! Su gesto es admirable, pero usted es más joven y a mí... ¡Dios me ayudará! Coja el último paracaídas y no se preocupe por mí.
El piloto, con una sonrisa en los labios, le contestó:
- ¡No molestemos a Dios, de momento! Aún queda un paracaídas para cada uno, pues el Señor Bush, supongo que por error, ha cogido mi mochila.
- Se ha averiado el motor. Nos vamos a estrellar y sólo tenemos dos paracaídas, así que cojan ustedes uno cada uno, que yo veré lo que puedo hacer. Están ahí atrás, cerca de mi mochila particular.
George Bush se apresuró a coger el primero y se lanzó, sin, antes, decir:
- Tengo que dejarles... ¡Lo siento! (I'm sorry!) Pero soy el Presidente de los Estados Unidos y tengo prioridad absoluta. ¡ADIÓS! (Good Bye!)
El Papa, más calmado, reflexionó y le sugirió al piloto:
- ¡Caballero! Su gesto es admirable, pero usted es más joven y a mí... ¡Dios me ayudará! Coja el último paracaídas y no se preocupe por mí.
El piloto, con una sonrisa en los labios, le contestó:
- ¡No molestemos a Dios, de momento! Aún queda un paracaídas para cada uno, pues el Señor Bush, supongo que por error, ha cogido mi mochila.
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